Historia y visita

Palmira significa ciudad de las palmeras y era conocida en la antigüedad como Tadmos (ciudad de los dátiles). Era una escala importante para las caravanas que viajaban desde el Mediterráneo hasta los países del Golfo Pérsico y para la ruta de la seda que unía China e India con Europa.

Sobresalió sobre todo cuando la importancia de Petra comenzó a decaer.

La Reina Zenobia la gobernó desde el 266 después de la sospechosa muerte de su esposo Odenato (probablemente asesinado por ella) y se declaró independiente del Imperio romano. En el año 271 Zenobia fue vencida por Aureliano y la ciudad fue destruida en el año 273.

En el oasis de PalmiraÍbamos a empezar la visita por el Templo de Bel. Cómo aún no estaba abierto nos fuimos a dar un paseo por el oasis. Estábamos curioseando por un huerto cuando apareció quien suponemos era su dueño.

Nos indicó que le siguiéramos y nos fue enseñando todo lo que cultivaba: granadas, olivos, dátiles, garbanzos... También vimos el pozo del que sacaba el agua para regar y hasta nos enseñó su casa y nos presentó a su familia. En su casa bebimos té y nos ofreció también dátiles. Fue una experiencia muy curiosa. Nosotros pisándole el sembrado y él invitándonos a té. Además ni ellos sabían español (ni inglés), ni nosotros sabíamos árabe, pero más o menos nos entendíamos.Visita de Palmira

Cuando nos habíamos recuperado un poco nos despedimos de la familia y nos fuimos a ver las ruinas de Palmira.

Las ruinas ocupan una extensión muy amplia desde el Templo de Bel hasta las torres funerarias de Yemlikoy Jambliq y están compuestas de varios templos, calles con columnas, baños, el teatro y el ágora.

Había diferencia de opiniones sobre si eran más bonitas las ruinas de Jerash o las de Palmira. Las dos estaban muy bien conservadas y eran bastante extensas, así que era cuestión de gustos. A mi me gustó más Palmira pero no sé decir porqué.Puesta de sol

Después del paseo por la ciudad subimos al castillo árabe (Qala´at Ibn Maan construido en el siglo XVII) que hay en una colina y pudimos disfrutar de la puesta de sol en Palmira y entre las montañas. Era preciosa.

Esa noche cenamos de nuevo comida árabe, pero un poco diferente a la que acostumbrábamos. Probamos el Maglube, arroz especiado con carne, verduras y frutos secos. Una cosa parecida a la paella española, pero con un sabor diferente. Estaba muy bueno.

Los camareros nos enseñaron un libro en el que la gente que había comido allí firmaba, dejaba sus fotos y sus impresiones de Palmira. Nosotros no quisimos ser menos y allí se quedaron nuestros pensamientos escritos en el libro. Si alguna vez volvemos, nos hará ilusión verlo.



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