Palermo, la capital de Sicilia, está situada al norte de la isla en un maravilloso entorno: un puerto natural en el mar Tirreno; la fértil llanura de la Conca D’Oro; y las montañas que la rodean.
Precisamente en las montañas, concretamente en el Monte Pellegrino de 606 m. de altura, habitaron los primeros pobladores de Palermo.
Con fenicios y cartagineses se convirtió desde el siglo VIII a.C. en un importante puerto comercial, hasta que fue tomada por los romanos en el 254 a.C. De su puerto natural viene su nombre, ya que Panormus, significa “todo puerto” en griego.
Se enriquece con los árabes (832-1072) de los que conserva sus laberínticas calles, sus mercados, y el aire exótico y colorido de la ciudad.
En el siglo XII, con los normandos, pasa a ser la ciudad más culta, cosmopolita y próspera de Europa. De esta época son sus mejores monumentos como la catedral de Monreale y la Cappella Palatina.
De los siglos posteriores Palermo guarda iglesias barrocas y renacentistas, oratorios y museos.
Fue bombardeada durante la II Guerra Mundial y sufrió un terremoto en 1968 lo que le causó un importante deterioro que no se ha conseguido superar desde entonces. Aunque parece que la situación está cambiando poco a poco, luchando con la oposición de la mafia que prefiere construir apartamentos antes que restaurar, se está intentando devolver a Palermo su antiguo esplendor y eliminar su actual decrepitud.