Esta mezquita está pegada al mercado de Khan El-Khalili y es el principal centro religioso de reunión, especialmente durante la oración del viernes al mediodía y en las grandes fiestas islámicas.
Yo sólo la pude ver desde fuera porque no me dejaron entrar a verla.
Bueno, en realidad me indicaron que entrara por otra puerta y así lo hice. En el lado derecho de la mezquita está la que yo interpreté como la puerta de las mujeres.
Me cubrí la cabeza y entré, pero a las mujeres solo las dejan entrar a una especie de salita atestada desde donde no tienes acceso al resto de la mezquita.
Una chica muy joven me indicó que tuviera cuidado con mis zapatos porque no podía ensuciar la alfombra que cubría el suelo. Lo malo es que yo tenía un lío terrible con mi bolso, el pañuelo para taparme la cara y mi cámara de fotos, pero lo intenté.
Cada cierto tiempo entraba un hombre a la salita y pegaba un grito que interpreté con que había que ponerse de pie. Todas las mujeres hacían intención de levantarse, pero en cuanto la puerta se cerraba volvían a sentarse en el suelo.
La chica me miraba con cara de decir: “no le hagas ni caso”. Mi nueva amiga me preguntó si me gustaba la mezquita y aunque suponía que lo que nos ocultaban era mucho más bonito, contesté que sí, que me encantaba.
A ella le hizo mucha ilusión y aproveché para intentar preguntarle con señas si se podía hacer fotos allí. Pero me entendió que si podía hacerle fotos a ella y enseguida se preparó entusiasmada para posar. Así que le hice una foto y me despedí de ella.
La verdad es que la chica fue un encanto. Me alegro de haberle hecho la foto y tener un recuerdo suyo.
Y así transcurrió mi visita a la mezquita de Al-Hussein.
Intenté entrar en otra mezquita pero tampoco me dejaron, y tampoco a Jorge y Justo que me acompañaban.
Está claro que aquí es mucho más difícil que en Turquía, que no te ponen ninguna pega, ni siquiera aunque estén en plena oración.