Muchos piensan que en las pirámides hay algo mágico.
Napoleón Bonaparte entró en 1799 en la pirámide de Keops. Cuando salió estaba pálido y tembloroso y no quiso hablar de lo que le había pasado allí dentro. En algún momento de su vida contó que había experimentado cosas increíbles y sugirió que había tenido una visión de su futuro. Cuando se estaba muriendo en la isla de Santa Helena estuvo a punto de contar su secreto, pero en vez de esto dijo: “¿Para qué?, si nadie me creería”.
Un francés llamado Bovis, entró en Keops en 1859 y encontró un gato muerto perfectamente conservado. Bovis dedujo que había sido el poder de la forma de la pirámide lo que había mantenido el cuerpo incorrupto.
Cuando volvió a Francia hizo varios experimentos. Construyó recipientes con forma de pirámide en los que metió diferentes tipos de alimentos que estaban a punto de estropearse, y comprobó que dentro de la pirámide, aguantaban mucho más que fuera de ella.
Curioso, ¿no?.
En 1959, Karel Drbal, un ingeniero Checo que había leído sobre los experimentos de Bovis, se preguntó si la pirámide conservaría tan bien el metal como la comida. Metió cuchillas de afeitar que ya no tenían filo y cuando las sacó vio que ¡estaban afiladas de nuevo!.
Drbal llegó a patentar su invento y vendió la idea a una empresa que fabricó modelos de pirámides en plástico como afila-cuchillas.
Por si alguien se queda con ganas de probarlo, en el libro “The awesome egiptians” de Terry Deary y Peter Hepplewhite te dan unas orientaciones de cómo hacerlo:
Siempre estoy tentada de hacer la prueba pero nunca encuentro el momento de hacerla. ¿Y si funcionara?.