La ciudad es un punto de partida muy agradable para conocer el golfo de Morbihan.
Nuestro paseo comenzó en la place Gambetta, llena de terrazas y restaurantes. La plaza une, por un lado el Port de Plaisance o puerto deportivo, con la Puerta de San Vicente (Porte Saint-Vincent).
Una vez ahí, siguiendo la rue Le Pontois y la rue Francis Decker fuimos bordeando las murallas de origen romano (siglo III) que fueron ampliadas por los duques de Bretaña en los siglos XIV, XV y XVII. Es un agradable paseo porque están rodeadas de jardines y además se pueden ver edificios interesantes como los antiguos lavaderos de la ciudad (Les Lavoirs), del siglo XIX.
Casi al final de la rue Francis Decker torcimos a la derecha por la rue A.Legrand para ver la Préfecture o Gobierno Civil, del siglo XIX.
Subiendo a la izquierda desde la Préfecture llegamos al barrio de Saint-Patern, con preciosas casas y una iglesia del siglo XVII. Este barrio era el emplazamiento original de la ciudad romana.
Volviendo desde aquí hacia las murallas, cruzamos la Porte Prison para entrar por fin en la ciudad medieval.
Al pasar la puerta, se ve la parte posterior de la catedral y siguiendo por la rue Saint-Guenael, pronto llegamos a la Place Saint-Pierre, para ver la fachada de la catedral del mismo nombre donde está enterrado Vicente Ferrer.
Ya sólo nos quedaba perdernos por las preciosas calles y plazas que hay en la zona: la Place Henri IV, la rue des Halles, la Place de Valencia donde murió Vicente Ferrer, la rue Noe..., en fin todas las que iban saliendo al paso.
En la Rue des Halles hay varios restaurantes con muy buena pinta. Nosotros habíamos cenado la noche anterior en “Brasserie des Halles” y quedamos contentos. Es un sitio moderno, muy bien decorado y donde se pueden comer mariscos y pescados muy ricos.
De todos modos, en la zona hay un montón de sitios tanto para comer como para tomarte una crêpe o un café.
Desde allí nos salimos un poco de la zona antigua para acercamos al ayuntamiento (Hôtel de Ville) y contemplar su magnífico edificio de finales del siglo XIX.
Y por último dimos un último paseo por la encantadora ciudad medieval, salimos por la Puerta de San Vicente y nos despedimos de Vannes.