Después de la jugada de Travelplan / Air Europa que nos habían prometido un vuelo directo Madrid – Marrakech y que resultó hacer escala en Barcelona, llegamos a eso de las 9 de la tarde, hora española, a Marrakech. En Marruecos son dos horas menos que en España durante el verano y 1 hora menos en invierno porque ellos siempre se rigen por la hora solar.
En cuanto llegamos, todo el mundo intentó contactar con España para saber qué equipo había ganado la liga española de fútbol. Las primeras noticias daban como ganador al Barcelona, pero finalmente fue el Madrid, el que, como siempre a última hora, se llevó el gato al agua.
Nos tocó esperar bastante tiempo en el autobús porque una pareja había perdido su equipaje y tenían que hacer la correspondiente reclamación. Hacía mucho calor y todo el mundo tenía ganas de llegar al hotel a descansar del viaje.
Por fin salimos del aeropuerto y llegamos al Hotel Meriem o Myriem, (se puede llamar de las dos maneras), nuestro alojamiento en Marrakech. El Arbi, nuestro guía del circuito, estaba esperándonos allí. Nos dio unas fichas para rellenar y nos indicó que nos diéramos prisa en ir a cenar.
Ya esa primera noche pude probar la “harira”, una sopa típica marroquí, espesa y contundente con la que normalmente se rompe el ayuno del ramadán. Estaba buena, aunque quizá un poco picante para mi gusto.
Nos servimos verduras, calabacín, berenjena, tomate… y un poco de carne.
No había cerveza para beber. A mí no me importo mucho porque normalmente bebo agua, pero Justo y otros viajeros sí que la echaron de menos...
En Marruecos se necesita una licencia especial para vender alcohol y la mayoría de los locales no la tienen, así que no queda otro remedio que adaptarse. Al fin y al cabo las bebidas no alcohólicas son más sanas y también más refrescantes cuando hace mucho calor.
Después de cenar subimos por fin a descansar. A la mañana siguiente teníamos que levantarnos temprano para hacer la visita de Marrakech.
