Al llegar al aeropuerto conocimos a Gianni, que sería nuestro guía en el viaje y a Enzo San, nuestro conductor. Éramos 53 personas en el grupo y Gianni empezó poniéndonos todas las normas bien claras como la obligada puntualidad, o la rotación de asientos.
Según él, para que todos estuviéramos satisfechos, cada día teníamos que ir cambiando nuestro asiento unas filas hacia atrás hasta llegar al final del autobús. Una vez allí pasábamos a la primera fila y otra vez para atrás.
Este método al final causó más revuelo que si lo hubiéramos dejado al azar. Resultó que había personas que no se movían porque decían que les daba igual estar delante o atrás; otros seguían estrictamente la rotación y se molestaban porque nunca quedaban libres los asientos que en teoría les tocaban; y otros, como nosotros, la seguíamos a nuestra manera. Así que al final había siempre protestas y discusiones por los asientos, cuando no tenía por que ser motivo de conflicto.
A parte de las normas del autobús y de los horarios, Gianni nos hizo algunas recomendaciones. Por ejemplo, nos dijo que nos aprendiéramos la palabra rosso para pedir vino tinto. Utilizar la palabra castellana podía causar malentendidos, ya que tinto es “malo” en dialecto siciliano.
Nos dijo que no hay cerveza sin alcohol y tampoco café con hielo porque ellos tienen su café fredo (frío) que es como granizado de café. Para pedir café con hielo hay que pedir un bicchiere (biquiere = vaso) con ghiaccio (guiachio = hielo).