Este fue el madrugón más terrible de todos.
Nos levantamos a las 2 y media de la mañana y como no había desayuno a esas horas, nos dieron una caja de cartón a cada uno con nuestro desayuno picnic.
Y así llegamos al moderno aeropuerto de Asuán, todos medio dormidos para coger el avión que nos llevaría a unos 300 kilómetros de ahí, a Abú Simbel, en plena Nubia.
Cuando llegamos, aún era de noche y ya nos impresionaron los colosos de Abú Simbel iluminados.
Abú Simbel estuvo en peligro de quedar inundado por las aguas del Nilo al construirse la presa de Asuán, pero fue salvado gracias al llamamiento de la UNESCO en 1960.
El templo se trasladó de su anterior ubicación a la actual donde podemos admirarlo actualmente.
Para ello hubo que estabilizar la roca del monumento inyectando 33 toneladas de resina y colocando grapas de hierro. Se dividió los templos en 1036 bloques más otros 1112 con la roca que formaba el entorno del lugar.
El primer bloque se levantó en mayo de 1965 y 64 metros más arriba se construyeron dos cúpulas de hormigón para sostener el peso de la montaña y proteger los monumentos. En 1968 se pudo visitar de nuevo el complejo.