Por fin íbamos a dar un paseo por nuestra cuenta.
El mercado de Asuán consiste en una calle ancha y larguísima y las calles de alrededor llenas de tiendas en las que se venden especias como el azafrán, el curry o la pimienta; infusiones como el té y el karkadé; tintes como la henna; objetos de paja trenzada; de ébano; de marfil; ropa; adornos; esponjas; papiros... en fin, todo lo que se te ocurra.
Nuestra primera parada fue en una tienda de especias en la que el vendedor, cuando le preguntábamos los precios, nos decía: "yo no catalán, yo buen precio", y con esa excusa se negaba a decirnos el importe de los productos que le consultábamos.
Cuando nos rendíamos y le comprábamos algo nos preguntaba: "¿a qué yo no soy catalán?, ¿a qué tengo buenos precios?" y teníamos que contestarle que sí, aunque la verdad es que por estos lares nunca te quedas muy convencido.
También compramos papiros, chilabas, pañuelos... y cuando nos cansamos de regatear y de andar, decidimos coger un taxi hacia el Museo Nubio.
