Teníamos tiempo hasta que zarpase el barco para hacer las últimas visitas en Asuán.
En primer lugar queríamos ver las tumbas de los nobles que distinguíamos desde nuestro barco y que estaban preciosamente iluminadas por las noches.
Nos juntamos un grupo de unas 20 personas y buscamos una motora que nos llevara a las tumbas y al jardín botánico. Nos había dicho Samir que por unas 40 libras podíamos hacerlo, pero el regateo fue duro.
Al final quedamos en 5 libras (0.6€) por persona, que era más del doble del precio que nos habían dicho, pero todo el mundo estaba de acuerdo. No se puede decir que fuera caro, ¿no?.
Durante el trayecto, sin embargo, intentaron subirnos la tarifa. Primero decían que eran 5€ y no 5 libras lo que habían negociado por cada uno, luego decían que lo habíamos contratado por una horas y que ya llevábamos dos, cuando nosotros no habíamos hablado de tiempo en ningún momento...
En fin, no cedimos y mantuvimos el precio inicial, pero estos continuos regateos acaban siendo son un poco agotadores.
Enseguida llegamos a las tumbas. Subimos la pronunciada pendiente y disfrutamos de las maravillosas vistas sobre Asuán y sobre el Nilo.
En esta zona se encuentran unas cuarenta tumbas que forman la necrópolis de los príncipes de Elefantina. Estos nobles locales fueron contemporáneos de los últimos faraones del Imperio Antiguo y excavaron sus sepulturas en la roca, a las que se llegaba por una rampa empinada por la que se izaba el sarcófago.
Todas tienen una estructura semejante con una habitación rectangular sostenida por pilares, una capilla y una cámara del sarcófago. Estaban decoradas solamente con pinturas, ya que la piedra caliza de la que están hechas no permitía el grabado.
Visitamos la tumba de Heqa-ib, que fue gobernador de Elefantina al final del Imperio Antiguo, durante la VI dinastía. heqa-ib fue divinizado después de muerto y en su honor se construyó un templete en la Isla Elefantina. La tumba en sí no es muy grande y conserva algunas pinturas con escenas de caza y pesca.
Otra de las tumbas que visitamos es la de Mekhu y Sabni, que eran padre e hijo. Mekhu, príncipe hereditario en la VI dinastía, se había dirigido al sur, más allá de la segunda catarata y había muerto durante el viaje. Su hijo Sabni organizó una expedición para recuperar el cadáver y poder así momificarlo y enterrarlo en su patria.
Y la última tumba fue la de Sirenput II. Es la que está mejor conservada y también es la más “moderna”, de la XII dinastía. Sirenput era el “superior de los profetas de Khnum” y en la capilla del fondo de su tumba está representado junto a su hijo que le rinde homenaje ante una mesa con comida.
Para volver a la motora bajamos por otra pendiente que era una de las rampas que usaban antiguamente para subir los cadáveres hacia sus tumbas.