Samir nos acompañó en nuestra visita indicándonos las obras más interesantes.
Empezamos por la planta baja. Lo primero que se ve es una copia de la piedra Rosetta (el original está en Museo Británico de Londres), que sirvió para que Jean-François Champollion descifrara los jeroglíficos egipcios.
Es la única pieza en el museo que es una copia. Las demás son todas originales (o eso nos dijo Samir).
La visita empieza en el centro con la paleta de Narmer, que pertenece a la Época arcaica (3100-2700 a. C.).
Esta paleta se usaba para moler cosméticos. Mide 74 cm de altura y sus relieves cuentan la unificación del Alto y Bajo Egipto bajo el reinado de Narmer. Aquí se puede ver el motivo de tantos relieves de templos egipcios posteriores: el faraón castigando a sus enemigos.
Yendo hacia el ala izquierda entramos en Imperio Antiguo ( sala 48 ) con la escultura del rey Dyoser, (constructor de Saqqara), y las Tríadas de Micerino ( sala 47 ). También en esa zona pudimos disfrutar de preciosas estatuillas de caliza, pintadas en vivos colores que reflejaban la vida cotidiana en Egipto ( sala 46 ).
Siguiendo en la misma época ahora nos toca ver en la sala 42 la estatua de Kefrén, hecha de diorita negra traída desde Nubia hasta esta zona.
Al lado de Kefrén está la escultura en madera del noble Ka-Aper. Se le llama también “el alcalde del pueblo” porque los obreros que trabajaban en las excavaciones arqueológicas le encontraron parecido con su alcalde. Está hecha en un único bloque de sicómoro, excepto los brazos que están unidos al tronco. Es una verdadera maravilla.
En la misma sala, otra obra maestra es el escriba sentado. La pequeña estatua está hecha en caliza pintada y con los ojos incrustados. La profesión de escriba era muy importante en el antiguo Egipcio y sus funciones consistían en fijar y cobrar impuestos.
En la cercana sala 32 está la escultura del enano Seneb y su familia del 2475 a. C. Está hecha en caliza pintada y en ella aparece Seneb junto con su mujer que le abraza cariñosamente y sus dos hijos a los pies del enano en el lugar donde deberían estar sus piernas. Los niños aparecen desnudos y con el dedo en la boca, como se solía representar a la infancia.
También están en esta sala las estatuas de Rahotep (hijo del faraón Esnofru ) y su esposa Nofret. Cuando los obreros de Mariette encontraron las dos figuras huyeron despavoridos pensando que estaban vivas. Y realmente dan esa impresión, son una maravilla.
Siguiendo nuestro camino, nos paramos en la sala 26 para contemplar la estatua del faraón Mentuhotep I. Es de la XI dinastía , la primera del Imperio Medio y está realizada en arenisca gris pintada. El reinado de Mentuhotep I fue largo y tranquilo, después del Primer Periodo Intermedio lleno de luchas intestinas y revueltas sociales. Nuestro guía Samir nos hizo fijarnos en la belleza de la escultura, sus colores y su expresión a pesar de su tosquedad del tallado de sus piernas y pies.
En la sala 11 vimos el busto de la reina Hatshepsut con sus grandes y preciosos ojos y de allí pasamos a la sala 3 o sala de Akenatón.
Este faraón se llamó en principio Amenofis IV, pero cuando estableció el culto al dios único Atón cambió su nombre por el de Akenatón. Estableció su capital en Tell-el-Amarna, eliminando el culto a los otros dioses del antiguo Egipto y es por esto se le llama el “faraón hereje”.
Akenatón no sólo rompió con la religión habitual sino que impuso un nuevo estilo artístico. Hasta aquí las esculturas representaban idealmente a los reyes, pero en esta época pasaron a ser más realistas y a mostrar más sensibilidad.
En esta sala están entre otras obras de arte, cuatro colosos que representan a Akenatón; una preciosa cabeza inacabada de la reina Nefertiti y la de una de sus hijas; y una familiar estela que muestra a los reyes con sus hijos.
En fin, hay muchas más salas con obras interesantes pero nunca hay tiempo para todo, así que subimos a la planta superior.