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El viaje

Los madrugones

Algunos días los madrugones eran terribles, sobre todo porque te levantabas muy temprano, visitabas lo que tocaba y volvías enseguida, con lo que daba la impresión de que perdías el tiempo encerrado todo el día en el barco.

Al final era el mismo barco el que ponía el ritmo, que iba a 18 Km por hora cuando iba en dirección contraria a la corriente y a 22 Km por hora cuando iba a favor. Esto hacía que tuviéramos que zarpar muy pronto para poder llegar a tiempo al siguiente destino.

Por otro lado, lo de madrugar tenía una gran ventaja. Veíamos todos lo monumentos sin agobios, a veces, como en Abú Simbel, casi solos.

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