El río Couesnon marca la división entre Normandía y Bretaña. Técnicamente, Saint-Michel es Normandía porque está justo antes del río, pero los bretones también reclaman esta “maravilla” como suya.
Según nos acercábamos a Saint-Michel, íbamos viendo el monte desde lejos. Se veía precioso, pero cuando por fin estuvimos en la explanada se convirtió en algo impresionante.
Este islote de granito tiene 80 metros de altura y un kilómetro de circunferencia y está coronado por una abadía con orígenes en el siglo VIII.
El conjunto gótico formado por el claustro y el coro es lo que llaman “la maravilla”.
Las estrechas callejuelas también son muy agradables de visitar, aunque sea, cuesta arriba.
Allí lo tienen todo supermontado. Hay un parking gigantesco en el que es obligatorio dejar el coche (4€), para luego acercarse andando a Saint-Michel.
Llegamos con marea baja y había algunos carteles en alguna zona del parking que tranquilizaban a los que hubieran dejado allí el coche informando que ese día el mar no iba a cubrir la zona.
Alrededor de Saint-Michel la marea es una de las más fuertes del mundo. Aquí la diferencia entre la marea baja y la alta está por encima de los ¡12 metros!. Hay que tener cuidado si te bañas en estas playas porque la marea te puede alcanzar en muy poco tiempo.
