Visitamos primero el túmulo y, lo que hace la ignorancia, aunque estábamos encima de él, no fuimos capaces de reconocerlo. Buscábamos algo como un dolmen o un menhir y no un montículo de tierra, que era lo que finalmente era.
Este túmulo, de 7000 años de antigüedad (4700 a 3800 a.C.), mide 12 metros de alto por 125 de largo y 60 de ancho y encima de él hay una capilla y una cruz añadidas en el siglo XVI para cristianizar el lugar.
Se ve que ese día estábamos realmente estábamos despistados porque no conseguimos encontrar la entrada al túmulo, que al parecer es un pasillo muy bajo que está en el lado sur. Dentro, según he leído luego, hay dos cámaras funerarias y unos 20 cofres de piedra que contienen joyas y huesos.
Pero como nosotros no encontrábamos nada interesante que ver por allí nos dirigimos al pueblo para comer.
Entramos en una creperie en la que no dejaban de servir cazuelas de mejillones al vapor. Es increíble el éxito que tienen por aquí. Yo ya había quedado saciada de mejillones por una temporada, así que me decidí por una crêpe (una rica crêpe más).
Y por fin, después de comer nos dirigimos hacia los alineamientos de Carnac.
