Casablanca fue fundada en el siglo X a.C. por la tribu bereber de los barghuata, que le pusieron el nombre de Anfa (colina). Estos bereberes se resistían a la islamización y lucharon contra los omeyas, idrisíes y los fatimíes para conservar su independencia.
Los fenicios la utilizaron en el siglo V a.C. para sus escalas hacia Essauira y los romanos frecuentaron su puerto en el año 15 a.C.
Finalmente en el 1068, Anfa cae en poder de los almorávides, que la destruyen.
En el siglo XIV, los meriníes reconstruyen Anfa, nombran a un gobernador y edifican una madrasa. Su puerto asegura el comercio del trigo, del cuero y de la lana con el mediterráneo.
En el siglo XV, Anfa vuelve a ser independiente y sus navíos corsarios llegan a asediar Lisboa. En castigo, los portugueses atacan y destruyen por segunda vez la ciudad.
Son los mismos portugueses los que la reconstruyen en el siglo XVI y la abandonan en 1755, después del terremoto de Lisboa.
A partir de 1770 se vuelve a reconstruir la ciudad y se edifica una gran mezquita. Para señalar su conversión al Islam su nombre pasa a ser Dar el-Baida (Casa de la Blanca). La leyenda dice que el nombre recuerda al patrón de los pescadores, Allal el-Qairawani y de su hija Lalla Baida (la princesa blanca).
En 1781 Mohammed III autoriza a una compañía española a la exportación de trigo y se hace común el nombre español de Casa Blanca. Ya en el siglo XIX se convierte en un importante puerto comercial y atrae a los europeos a instalarse en la ciudad.
En el siglo XX, después de mejoras en la infraestructura del puerto y de importantes reformas urbanísticas, Casablanca se convierte en el primer puerto de Marruecos y en su ciudad más poblada, con 4 millones de habitantes.