Nuestro chofer, Ibrahim nos acercó hasta las fábricas de cerámica. Al acercarnos ya se veía el humo negro de los hornos. Realmente dentro de la medina habría debido de ser casi insoportable. Afortunadamente los han sacado fuera y han impedido en parte su deterioro.
En la fábrica fueron enseñándonos todo el proceso. El amasado y el depurado de la arcilla para quitar todas las piedras e impurezas; el torno en el que se realizan las diferentes formas; el horno en el que se cuecen antes y después de ser pintadas; y la pintura, que cambia de color después de ser horneada.
En esta fábrica también realizaban mosaicos con zel-lig o azulejos de colores.
Los azulejos se parten en trozos con diferentes formas: rombos, estrellas, círculos… y luego se realizan mesas, fuentes de jardín… El trabajo era minucioso y parecía agotador. Todo se hacía a mano y para partir los azulejos se usaba un simple martillo y la pericia de los artesanos. Una tarea muy difícil que parecía fácil viéndosela hacer a ellos.
Nadie se atrevió a comprar una de esas pesadas fuentes o mesas, pero algunos se quedaron con las ganas…
Nosotros, como recuerdo, nos llevamos unos pequeños cuencos azules, el color de Fez, y un pequeño tajine.
