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Regreso a Marrakech

Madrasa Ben Yusef

Mezquita Ben YusefPatio de la madrasaEn la plaza en la que nos había dejado nuestro “guía” se ve a la izquierda, la mezquita Ben Yusef, que se construyó en el sigo XII en honor de Sidi Yusef Ben Ali, uno de los 7 santos patrones de la ciudad, que a pesar de sufrir la lepra no perdió su fe. Alrededor de esta mezquita se desarrolló la medina de Marrakech.

Al parecer queda poco de la antigua mezquita ya que se restauró en los siglos XVI y XIX. De todos modos nosotros sólo pudimos ver, desde fuera, claro, su minarete de 40 metros de altura.

A la derecha de la plaza está la Qubba almorávide y enfrente el museo de Marrakech.

Al principio pensamos que el museo era la madrasa, pero enseguida nos dimos cuenta de que no era así, así que torcimos por la calle a la izquierda y enseguida llegamos a un sitio en el que había un grupo de turistas.

Ahí sí que estaba la madrasa. Se podía comprar un billete de entrada sólo para la madrasa por 20 dirhams (2€) o uno combinado de la Kubba, el museo y la madrasa por 30 dirhams (3 €), así que decidimos comprar la entrada combinada.

Uno de los patios interiores de la madrasaOtro de los patios interioresLa madrasa Ben Yusef se fundó en el siglo XIV y fue reconstruida totalmente en 1565 por orden del sultán Saadí Mulay Abdallah para convertirse en la universidad más importante del Magreb en la que se estudiaba teología y diversas ciencias.

Entre 1999 y 2002, previo a un estudio realizado por especialistas en arqueología medieval y en restauración de la madera y la escayola, la fundación Omar Benjelloun restauró este precioso monumento.

En el siglo XVI, las clases a los alumnos se daban en la mezquita Ben Yusef, mientras que la madrasa era una especie de residencia universitaria en la que los estudiantes se alojaban, vivían y repasaban las lecciones. En la sala de oración cumplían con sus deberes religiosos.

Tiene forma de cuadrilátero con una superficie de 1680 m2 y 132 habitaciones. Alrededor del patio están las habitaciones de los estudiantes, algunas dan al patio central y otras a pequeños y preciosos patios interiores.

Vista del patio desde una de las habitacionesDos de estas habitaciones están amuebladas con los utensilios que usaban los eVista desde una habitaciónstudiantes en su época: escritorio, tinteros, plumas y manuscritos para estudiar; lámparas de aceite para iluminarse; un brasero y un tajine para preparar la comida; vasos y tetera para el té; botes con frutos secos o dátiles como provisiones; un recipiente con agua para las abluciones; una piel de cordero para rezar; y una alfombra sobre una esterilla para dormir.

Su fresco y agradable patio central con su estanque al que dan habitaciones de los estudiantes; su sala de oración; iluminada con ventanas de escayola y techada con cúpulas de estalactitas; los estucos que adornan los muros de los vestíbulos, del patio central, de las galerías laterales y de la sala de oración con dibujos florales, geométricos y caligrafía; los mosaicos de azulejos de color azul, marrón, verde, blanco y negro en los muros, los vestíbulos, las escaleras y algunas habitaciones; el mármol del suelo del patio central, y de la entrada y las 4 columnas centrales de la sala de oración; la madera de cedro en los techos de las habitaciones, los vestíbulos y las cúpulas y en las puertas y muebles... convierten a esta madrasa en un sitio verdaderamente especial.

Nos encantó la visita. La madrasa era como un remanso de paz y de frescor. Había valido la pena llegar hasta allí.

La madrasa se puede visitar todos los días de 9 a 18h.


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