Así que salimos del agradable jardín y nos dirigimos hacia la Bab Dukkala, una de las puertas de la muralla de la medina. Está al lado de la estación de autobuses y fue construida por los almorávides. Toma su nombre de un barrio en el que vivían antiguamente los leprosos de Marrakech.
Según el plano sólo había que seguir recto por la calle que comenzaba en esta puerta y acabaríamos llegando a la madrasa Ben Yusef.
Lo malo es que las líneas rectas no existen dentro de la medina y las calles muchas veces no tienen el cartel con su nombre, lo cual te crea inseguridad sobre si vas bien o no.
Y en cuanto alguien ve que estás un poco despistado, ya te están acompañando sin que tú se lo pidas.
Al final, lo que hacíamos cuando teníamos dudas era preguntar a mujeres o niñas, que no te pedían dinero a cambio.
Finalmente, un chico decidió acompañarnos y ya no pudimos decirle que no. Andaba muy rápido y yo, mientras tanto, intentaba situarme en el laberinto de la medina. Nos llevó hasta la plaza Ben Yusef y nos indicó dónde estaba la madrasa.
A cambio le dimos 10 dirham, o sea 1 euro. Cuando vio el dinero hizo un gesto de protesta, pero cuando vio que no le íbamos a dar más dio las gracias y se fue.
Habíamos tardado unos 3 cuartos de hora en llegar desde el jardín y volvíamos a estar un poco agotados por el calor.