Después de comer las deliciosas pizzas, nuestro conductor Enzo nos acercó con el autobús a la parte superior del “Valle dei templi” para comenzar la visita.
Curiosamente, aunque reciba el nombre de valle de los templos, no se trata de un valle sino de una colina de menor altura que la de la actual ciudad de Agrigento.
Hacía muchísimo calor, y después de comer lo que menos nos apetecía era ponernos a ver ruinas a pleno sol, pero al final, el paseo estuvo muy agradable. Era cuesta abajo y además corría una agradable brisa.
Todos los templos son dóricos y hexástilos, o sea, con 6 columnas en cada frente. Además están orientados hacia el este y construidos con piedra calcárea antiguamente recubierta con estuco imitando al mármol. Actualmente sólo quedan algunos restos del estuco.
Nuestro guía, que en esta ocasión se llamaba Fernando, nos explicó como estos templos constituían una importante publicidad para la ciudad. Desde el mar se podían divisar sus relucientes columnas que mostraban la riqueza de la ciudad y atraían a los viajeros.
Fuimos bajando la Vía Sacra y el primer templo que contemplamos fue el de Juno o Hera, diosa del matrimonio y la maternidad, construido el 470 a.C. Tenía 34 columnas de las que quedan 25 enteras y 9 quebradas. Trece de estas columnas aún sostienen el arquitrabe... o eso suponemos porque estaban protegidas por un andamio y no se veía gran cosa.
Según Ibamos bajando, pasábamos por las antiguas murallas convertidas en tumbas cristianas; contemplábamos el impresionante valle; y veíamos desde allí la nueva Agrigento.
El siguiente templo por el que pasamos es el que llaman Tempio della Concordia. Se erigió entre el 450 y 430 a.C. y se ha conservado hasta nuestros días porque en el siglo VI d.C. se adaptó para convertirlo en basílica cristiana. En 1788 lo restauraron para intentar devolverle su antiguo aspecto.
Cuando nosotros lo vimos estaba lleno de andamios que lo afeaban bastante, sobre todo comparándolo con las maravillosas fotos que hay en todas las guías. Nadie te avisa de que no vas a disfrutar de esa misma vista y eso es un poco decepcionante.
Pero bueno, echándole un poco de imaginación puedes ver lo que debió de ser en su época de gloria.
Tiene 42 metros de largo por 20 de altura. Sus columnas son más estrechas en la parte superior y sus columnas laterales tienen un menor diámetro y separación que las frontales para dar un efecto óptico de mayor belleza y armonía en la proporción.
Un poco más abajo aparecen a la derecha las catacumbas paleocristianas de Fragapane, excavadas en la roca, para encontrarnos enseguida a la izquierda con la Villa Áurea o Villa Igea, que fue la residencia de Alexander Hardcastle, un arqueólogo inglés que trabajo en las excavaciones del valle. Hoy es la sede de la dirección de la zona arqueológica y sala de exposiciones temporales.
Y este era el final de la Vía Sacra, pero aún quedaban lugares por visitar.
Cruzamos la carretera y vimos desde allí el Templo de Hércules o Heracles, uno de los más antiguos de Agrigento, del 510 a.C. con medidas semejantes a las del Partenón de Atenas. Actualmente sólo quedan en pie 8 de las 38 columnas que tenía.
Seguimos avanzando un poco más para acercarnos a los restos del Templo de Zeus o Júpiter Olímpico del que poco queda aunque debió de ser una obra espectacular. Al parecer hacían falta 20 hombres para abrazar todo el perímetro de una de las columnas y un hombre podía ocultarse en una sus estrías.
Fue destruido varias veces y parte de sus materiales se utilizaron como materia prima para la construcción del puerto de Porto Empédocle.
En esta zona se puede ver la reconstrucción de uno de los atlantes o telamones de 8 metros de alto que decoraban el templo.
En las tiendas que había alrededor nos compramos un marranzano o scacciapensieri (ahuyenta pensamientos). Es un instrumento tradicional siciliano hecho de plomo y con una lengüeta metálica que emite un sonido muy curioso.
Aunque nos explicaron como se tocaba y nos hicieron una demostración no hubo manera de conseguir sacarle el mismo sonido. Aquí podéis escucharlo.