Después de ver la catedral tuvimos tiempo libre para visitar Cefalù. Nos parecía que por una vez íbamos a poder disfrutar tranquilamente del pueblo, pero, como siempre el tiempo se acaba pronto, sobre todo cuando algo te gusta.
Salimos de la catedral y nos encontramos en la Piazza del Duomo rodeada de palacios como el Episcopal de finales del XVIII, el Palazzo Piraino, y el Ayuntamiento que fue antiguamente el monasterio de Santa Caterina.
Empezamos visitando el Museo Mandralisca situado en la antigua casa de Enrico Piraino di Mandralisca y que contiene una variada colección de arte, piezas griegas y romanas, monedas, conchas, piedras, muebles y vestidos, que el barón de Mandralisca reunió y dejó a su muerte a la ciudad.
Una de sus obras más famosas es el “Retrato de un desconocido” de Antonello da Messina de 1645, en el que aparece un hombre con una pícara sonrisa. El personaje tiene una expresión de viveza que no ha perdido con los años. Es de esos cuadros que te provocan una sonrisa y que te gusta contemplar con tranquilidad. Su sonrisa enigmática es comparada con la de la Gioconda y realmente se parece a la del cuadro de Leonardo Da Vinci.
Al parecer, Mandralisca se lo compró a un farmacéutico de la isla de Lipari que lo usaba como parte de la puerta de un armario.
También se puede ver aquí una vasija del siglo IV a.C. que proviene de las excavaciones de Lipari y en la que está representado un vendedor y un comprador de atún. Es muy curiosa. Parece una caricatura que hubiera sido hecha en nuestra época.
Después de visitar el museo seguimos nuestro paseo bajando las escaleras hasta el curioso lavadero medieval que está excavado en la roca. El río de Cefalù es el que provee de agua al que fue antiguamente bebedero de caballos y lavadero de ropa y que proporcionaba agua a la ciudad.
Desde aquí continuamos andando por sus estrechas y preciosas calles, algunas de las cuales llevaban en pendiente hasta la Rocca de Cefalù, donde están las ruinas del templo de Diana y desde donde, al parecer, hay unas vistas espectaculares. Se tarda casi una hora en llegar hasta el templo y nosotros preferimos centrarnos en la parte costera de la ciudad en vez de en la rocosa y realmente no quedamos decepcionados.
A lo largo de Corso Ruggero hay varios edificios interesantes como la preciosa antigua farmacia Cirincione, en estilo veneciano con incrustaciones de oro y que ha servido de decorado de alguna película.
También en esta calle está Robinson, una tienda de antigüedades y curiosidades varias, y la iglesia del Purgatorio o de Santo Stefano a la que se accede por una preciosa escalera con doble rampa y que tiene una portada barroca. En esta iglesia está enterrado Enrico Piraino di Mandralisca.
La oficina de turismo está en el número 77, al lado del Osterio Magno, edificio de los siglos XII y XIV que era la residencia de la familia Ventimiglia, marqueses de Geraci y gobernantes de Cefalù. Actualmente sirve de lugar de muestras y exposiciones.
Un poco más adelante está la “Corte delle Stelle” un complejo polifuncional donde, entre otras cosas. se representan espectáculos de marionetas sicilianas.
Llegamos a la Piazza Garibaldi donde estaba antiguamente la Porta Terra y dónde se puede ver la iglesia de L’Addolorata o Maria della Catena, del siglo XVIII.
En esta plaza, en su esquina con la Via Monsignor Castelli está la pastelería Dolce Delicia con dulces típicos sicilianos como los “cassatte” y “cannoli” donde nos aprovisionamos de pastas con almendras riquísimas.
Empezaba a llover y se nos iba haciendo tarde, así que regresamos en dirección a la catedral para comer en Kentia, un restaurante que nos había recomendado Gianni y donde nos juntamos con bastantes compañeros de viaje.
Tardaron bastante en servirnos y más en traernos la cuenta, pero todo estaba muy bueno.
Nuestra experiencia es que en general los camareros sicilianos no son muy simpáticos. No sé si somos los españoles que les caemos mal o los turistas en general, pero su trato no es demasiado amable.
Tuvimos que salir corriendo para poder dar un paseo rápido por algún callejón y volver al autobús.
Podíamos habernos bañado en las playas de Cefalú pero hubiéramos dejado de ver esta preciosa ciudad que realmente valía la pena.