Hay restos arqueológicos en la isla de Ortigia que datan del siglo XIV a.C., pero es en el 734 a.C. cuando colonos griegos de Corintio, siguiendo el consejo del oráculo de Delfos, encuentran el manantial de la ninfa Aretusa, y fundan la gran Siracusa, desplazando a sus anteriores habitantes, los Sículos.
Su nombre viene de la vecina marisma de Syrako (o Suraka) y con su llegada, los corintios propician un importante desarrollo económico, político y de expansión territorial que les lleva a fundar nuevas colonias.
En 250 años se convierte en la ciudad más importante de Sicilia y en una de las más importantes del Mediterráneo.
En el 480 a.C. vence a los cartagineses en la batalla de Himera y en 414 a.C. hace lo mismo con Atenas, su más significativo rival.
Conoce su apogeo económico y cultural bajo el dominio del tirano Dionisio (406-397 a.C.) al que sigue un periodo de decadencia y una nueva etapa de prosperidad con Agatocle (317-289 a-C.).
En el siglo III a.C. los romanos comienzan a aumentar su poder e Hierón II de Siracusa se alía con ellos. Entre los siglos VI y III, la ciudad atrae o produce numerosos pensadores (Platón), poetas (Píndaro), dramaturgos (Esquilo) o científicos como Arquímedes, que no puede impedir con sus máquinas la definitiva toma de Siracusa por los romanos en el 212 a.C.
Con el imperio romano Siracusa conserva una posición importante dentro de Sicilia pero comienza una época de decadencia. Los romanos dejan importantes obras como el anfiteatro y el gimnasium.
Poco a poco el cristianismo se va extendiendo y las catacumbas dan testimonio de la importancia de las primeras comunidades.
En el 535 Siracusa cae bajo el dominio bizantino hasta que en el 878, después de un largo asedio, Siracusa pasa a ser árabe.
En 1105 los normandos conquistan Siracusa y hasta la actualidad su historia sigue paralela a la del resto de la isla con sucesivas dominaciones hasta la reunificación de Italia en 1865.
