Una vez cruzado el puente Umbertino entramos en Ortigia.
El nombre de la isla significa, al parecer, “isla de la codorniz” o “quaglia” en italiano y estuvo defendida en parte por su formación rocosa natural y en parte por la construcción de muros, torres, puentes y baluartes.
Actualmente, gracias a la restauración de sus calles y a la inauguración de hoteles, bares y restaurantes, ha dejado de ser la ciudad muerta y deteriorada de hace unos años, aunque aún le falta bastante para recuperar todo el esplendor que se merece.
Entramos por la puerta de la Marina y nos adentramos en la antigua Siracusa. Era ya la hora de comer y nos dirigimos a la carrera por la Via Maestranza hacia el restaurante Don Camilo, que Gianni nos había recomendado entre otros.
Pasamos por la plaza Arquímedes rodeada de palacios y con la fuente de Artemisa en el centro. Representa a la diosa convirtiendo a la ninfa Aretusa en fuente para poder escapar del acoso de Alfeo, dios del río. A Aretusa no le sirvió de mucho la transformación porque el dios, a su vez, mezcló sus aguas con las de la fuente. Según la leyenda esto ocurrió aquí, en la isla de Ortigia y de la fuente de Aretusa, como veríamos luego, sigue manando agua dulce al borde mismo del mar.